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El Tabalet

El futuro ya no es lo que era

El futuro ya no es lo que era Con ocasión del debate del Estatuto de Autonomía Valenciano, Alfonso Guerra afirmó (si la memoria no nos falla, la cita era de Preistley) «lo malo de nuestro tiempo es que el futuro ya no puede ser lo que era». Hace unos años se publicó un libro de conversaciones entre Juan Luis Cebrián y Felipe González que se denominaba «El futuro ya no es lo que era». De uno de ellos tomamos prestado el título, que viene a sintetizar cuanto en este artículo queremos expresar: no podemos hacer en el presente los mismos análisis que en el pasado. Y menos en política cuando hay cambio de actores en el escenario.Pensemos en los cambios, reales o pretendidos, que hay en los diferentes niveles de gobierno, sea institucional, sea orgánico, en el Partido Popular, y podemos preguntarnos si no tenemos la sensación de que estamos analizando esos cambios con visión del pasado.
Era tanto el índice de rechazo que provocaba Aznar entre los sectores más progresistas y dinámicos de la sociedad española, que parecemos olvidarnos que ya es el pasado, y bien pasado, y tenemos la tendencia a mirar a Rajoy con mejores ojos, aun cuando sea por contraposición a Aznar. ¡Qué error!. Es cierto que el anterior Presidente del Gobierno sigue poniendo fácil la crítica, y se dedica a acumular más errores a los que ya cometió en abundancia en su última época de gobierno, pero eso no nos ha de inducir a cebarnos con él. No sólo porque se le deba un respeto como ex-Presidente -un respeto que por cierto él nunca tuvo con Felipe González, pero no se olvide que la mejor forma de descalificar a nuestros contrincantes consiste en no parecernos a ellos-, sino porque Aznar, al fin y al cabo, no va a presentarse más a las elecciones y ya no es contrincante de nadie. Bueno, tal vez de nadie menos de Rajoy, pero eso es otra cosa. Parece como si, a fuerza de criticar a Aznar, estuviéramos haciendo bueno a Rajoy, que es el verdadero contrincante.
Y lo que tenemos que darnos cuenta es que los dos son la misma cosa. Con matices, pero la misma cosa. Uno, Aznar, es un producto del régimen de Franco, de la más recia derecha castellana, con ribetes autoritarios, más de Onésimo Redondo que de Primo de Rivera, y si seguimos la terminología del franquismo, próximo a los «azules». Otro, Rajoy, puede parecer más sibilino, pero es un perfecto representante de la derecha de toda la vida, de la que ora y embiste cuando se digna usar la cabeza. En la terminología del franquismo sería un «tecnócrata». Para conocer bien quien es el hoy Presidente del PP basta hacer el vomitivo ejercicio de leer sus artículos sobre la envidia igualitaria, en los que viene a decir que ellos, las clases pudientes por supuesto, son lo que son porque valen más que los pobres desgraciados que si están marginados es porque no sirven para nada, en línea con el más reaccionario pensamiento neocons. Y por lo tanto, son tal para cual, y compararlos entre ellos es como comparar la viruela y la malaria. Con el añadido que la viruela está extinguida, y la malaria sigue matando.

Otro tanto nos ocurre en la Comunidad Valenciana. Parecemos haber respirado tanto por la desaparición de Zaplana, que nos dedicamos a hacer bueno a Camps, y la verdad es que no es para tanto. Hace algún tiempo un empresario manifestaba a todo aquél que quería oírle como alabanza a Camps: «Por lo menos es honrado». No lo dudo, aún cuando vemos alguno de sus apoyos, nos tentamos los machos. O cuando vemos que su esposa ha vendido su farmacia en vísperas de un concurso de la Generalitat para la concesión de nuevas oficinas farmacéuticas, por lo que pensamos que habrá que estar vigilantes para ver si hay alguna relación entre una cosa y otra. Pero hoy Zaplana, mal que le pese, es cosa del pasado en esta Comunidad. Y como siga haciendo barbaridades en Madrid, también lo será en España, por mucho que le jaleen los hooligans de la bancada popular cuando desbarra en la tribuna del Congreso. Pero no vayamos a equivocarnos. Camps no sabemos si será o no peor que Zaplana, pero lo que estamos seguros es que mejor no es. Y además es el candidato de los conservadores. Así, que, de alabanzas, ninguna.
Es igual que la manía que nos ha entrado de hablar bien de Ruiz Gallardón, presentándole como una especie de adalid del centrismo progresista. ¡Qué tiempos aquellos en los que Ruiz Gallardón padre decía que lo malo de su hijo Alberto es que era muy de derechas!. Y eso que el bueno de don Rafael, fundador de la primitiva AP de los tiempos duros, no era precisamente un rojo. Doña Esperanza Aguirre se cree que es muy de derechas, y decimos que se cree porque saber, lo que se dice saber, sabe muy pocas cosas, pero en pensamiento conservador Ruiz Gallardón no le va muy a la zaga, aunque el afán de diferenciarse de los que mandan en su partido, y por cierto están muy preocupados de no dejarle mandar a él, le haga presentarse como más abierto de lo que el cuerpo le pide. Pero de progresista no tiene un pelo, y es bueno que nos demos cuenta de eso, aunque sólo fuera por el razonamiento que si fuera progresista no estaría en un partido conservador.
Y aquí, en Alicante, visto el guirigay que tienen los populares en el Ayuntamiento se puede caer en la tentación de optar por una de las dos partes en el conflicto, y eso sería un error. Porque si malos son unos, los otros no le van a la zaga, y optar por unos o por otros significaría fortalecer bien a quienes han convertido el Ayuntamiento de Alicante en un nido de irregularidades, bien quienes están gobernando la Diputación con criterios del más rancio caciquismo. Y en cualquier caso, si quieren llegar al Ayuntamiento no es tanto para poner orden, sino para participar en el desorden.
Por lo tanto, el futuro ya no es lo que era, y los contrincantes de ayer, si están muertos, hay que dejarlos en paz, en la paz de los cementerios. Hoy tenemos nuevos contrincantes con los que enfrentarnos y mientras nos distraigamos con el pasado, ellos se encontrarán ante sí con un paseo militar.
Por cierto, nos hemos encontrado con muchos lectores de los artículos de «El Tabalet», algunos en nuestra weblog, que nos animan a seguir, tanto en las críticas, como cuando nos ponemos a hacer propuestas que contienen ideas que deberían servir para alguna que otra iniciativa. Y entre ellos algunos concejales/concejalas y cargos públicos. Pero. ¿qué quieren que les digamos?. Pues que tenemos la misma sensación que cuenta Mahler en su canción sobre el «Sermón de San Antonio de Padua a los peces»: «mucho les gustó el sermón, pero siguieron actuando igual»

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