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El Tabalet

Cosas que hacer en Alicante

Cosas que hacer en Alicante El Tabalet ha nacido con una clara ambición por la mejora de las instituciones publicas de esta provincia, y con el deseo de abrir debates entre la ciudadanía sobre cuestiones que a todos pueden interesar. Con esa intención, quiso hace unas semanas, en el periodo entre las elecciones generales y las europeas, poner sobre la mesa el porqué, aunque gane las elecciones, el PSOE no remonta en esta Comunidad y más concreto en esta ciudad. O si lo hace, es en porcentajes inferiores al resto. Y eso no ha sido siempre así.

Por poner un ejemplo, en las primeras elecciones de 1977 y así fue hasta 1993, el porcentaje de votantes socialistas en esta provincia era superior al nacional. Y aún peor, ya que en las provincias valencianas, era Alicante la de mayor porcentaje de voto del PSOE, mientras que, en la actualidad es la que menor porcentaje aporta. Pues, ¿no creen ustedes que ése es un tema digno de reflexionar desde planteamientos progresistas? Y como no era cuestión de repetir las opiniones de los miembros de este colectivo, decidimos escuchar la opinión de terceras personas, y por ello invitamos a dos prescriptores de reconocido prestigio. Uno de ellos era Luis Pérez, sociólogo madrileño y analista de resultados electorales, y el otro Manolo Alcaraz, compañero columnista de este periódico.

La cuestión se planteó en los siguientes términos: ¿qué ha pasado en esta provincia para que el voto progresista esté por debajo de la media española, cuando antes no era así? Alicante, ha marcado históricamente los triunfos del Partido Socialista en este país, sin embargo desde el referéndum de la OTAN, aparece un punto de inflexión en donde la izquierda alicantina se va hundiendo poco a poco.

Estas últimas elecciones generales han supuesto un vuelco en los resultados que venían produciéndose desde hace 10 años, cuando en las elecciones europeas de 1994, por primera vez el PP obtuvo, en el conjunto de España, más votos que el PSOE. Algunos miembros del PP han apelado al voto del miedo cuando la gente lo que ha hecho, es responder democráticamente ante dos de los problemas que habían surgido en la sociedad. Uno de ellos era la indignación ante el mirar hacia otro lado del Gobierno ante las demandas de «no a la guerra», y el otro, el cansancio ante la falta de operatividad de un Gobierno anclado en culpar a la oposición de todos sus desmanes, uno de cuyos ejemplos más claros era la gestión de la crisis del «Prestige». Sin embargo en todo el país se ha respirado un espíritu de cambio, y de alivio por haberse quitado de encima una forma de gobernar basada en el desprecio al discrepante, mientras en esta provincia, y más concretamente en esta ciudad, en las que la gestión del PP no puede ser calificada precisamente como brillante, el esfuerzo ha parecido inútil.

Y no digamos en las recientes elecciones europeas en las que, a pesar de la elevada abstención y del aumento del porcentaje de votos del PSOE en el conjunto de España, en la ciudad de Alicante, el porcentaje de voto socialista ha disminuido. El análisis más sencillo sería decir que el PSOE de Alicante está más preocupado por la crisis interna que en el de ofrecer una opción de gobierno, sin embargo la tesis es mucho más complicada. Es cierto que posiblemente los ciudadanos perciban que existen disensiones internas en el seno del partido, sin que pueda percatarse de las razones que se esconden detrás de las diferentes posturas. O mejor dicho, si tales razones existen, pero eso no basta, porque, para disensiones internas, las que tiene el PP, particularmente en la Comunidad Valenciana, donde parece que existan dos partidos diferentes y, además, enfrentados. Y por otra parte, ¿qué han hecho los populares en estos últimos años aparte de hablar de un tren que aún no tiene vías o de traer agua con un proyecto del que sólo han puesto primeras piedras? Pero ninguna segunda.

Algunas conclusiones podríamos sacar como consecuencia de nuestro debate. En primer lugar que la crisis del voto progresista en Alicante, es consecuencia de un cierto aburguesamiento en determinados sectores. De un incremento del nivel de vida que convierte en conservadores a antiguos progresistas. En una provincia, y también en una comunidad autónoma, en la que predominan las clases medias, y en las que existe el índice de PYMEs más alto de Europa, la pérdida del voto de esos sectores es particularmente apreciable. Y aunque la política del PP sólo haya beneficiado a unos pocos, y muchos empresarios de los sectores manufactureros tradicionales estén pagando ahora la imprevisión de los gobiernos conservadores, la imagen pública que el PP, con Zaplana a la cabeza, se ha empeñado en ofrecer, presentando a su partido como el partido de los empresarios, ha terminado calando.

En segundo lugar, aunque la oferta socialista haya conseguido en las elecciones generales movilizar a una parte del electorado progresista que antes se abstenía, todavía no se ha percibido con claridad suficiente para sobreponerse a una imagen de desunión y enfrentamientos. Y así, en las europeas, ha vuelto a abstenerse. Y lo peor es que tal vez se esté trasmitiendo una imagen conformista con los resultados, y una ausencia de vocación triunfadora.

Desde las elecciones generales de 1993 se viene produciendo en la Comunidad Valenciana un fenómeno que los analistas denominan como «voto asesino». El electorado se declaraba mayoritariamente de centro-izquierda, valoraba bien la gestión de los socialistas cuando gobernaban la Generalitat y ciertos ayuntamientos, prefería que ganara el PSOE... pero no estaba dispuesto a votarlo.

Estos hechos deben mover a la reflexión, y a no instalarse en el conformismo de pensar que, conforme vayan mejorando las cosas en el conjunto de España, aquí también mejorarán. Hay que denunciar, sin demagogias pero con firmeza, la política del PP de hacernos creer que, con ellos, ya tendríamos AVE y agua a mansalva, y poner de manifiesto cuál ha sido la desastrosa política de obras públicas que el PP ha practicado. Hay que ser firmes en el desastre que ha supuesto el embarcarse en proyectos aventureros, mientras se ha olvidado a los sectores industriales tradicionales, que no se han mostrado tan preparados para la globalización y la ampliación de la UE. Pero también hemos de ser capaces de transmitir que los socialistas somos, también aquí, un partido con vocación ganadora, pero para eso hay que creérselo. Y sobre todo, hay que terminar con la imagen de división interna. Porque la gente puede que no se fíe de quien no se fía de sus propios compañeros.

Posdata: parece que hay a quien le ha molestado algún artículo de El Tabalet. Vaya por delante que no es nuestra intención, pero al mismo tiempo afirmamos rotundamente que hacemos nuestros los versos de Quevedo: «No he de callar por más que con el dedo, señalando ora la boca ora la frente, silencio anuncies o amenaces miedo»

Colectivo "El Tabalet"

1 comentario

Uno de Pablo Iglesias -

Me alegro que os pregunteis qué hace falta en Alicante para que las izquierda vuelva a ganar, pero os habeis quedado cortos. Lo primero que hay que hacer es volver a presentar un Partido Socialista fuerte, cohesionado, con fuerte principios ideológicos, y donde no quepan robagallinas ni asaltacorrales. Hace tiempo me dí de baja en sus filas, pero si veo algún signo de que va a cambiar, de que no se le va a hacer el juego al PP del Ayuntamiento, mi familia y yo nos pondríamos a trabajar de nuevo. Y por supuesto a cambio de nada, que yo estoy jubilado y mis tres hijos trabajan fuera de la política, no como los que ahora estçan en en Ayuntamiento. Quiero trabajar por mis ideas y nada más, pero que me dejen hacerlo.