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El Tabalet

Había una vez un circo...

Había una vez un circo... En la vida política de la ciudad de Alicante difícilmente hay días sin sobresaltos. O al menos así debería ser, pero mucho nos tememos que la ciudadanía de esta ciudad ya se encuentra anestesiada y ni tan siquiera se asombra de las cosas que aquí están pasando. Y decimos que ni tan siquiera se asombra cuando en realidad estamos pensando que si se mantuviera el nivel de conciencia ciudadana que hubo en otros tiempos -por ejemplo durante esa transición que ahora quieren reivindicar quienes en aquellos momentos sólo tenían empeño en que nada cambiara-, deberían estar corriendo a gorrazos a más de uno. Pero adormecida la conciencia, sin pulso ciudadano, sólo unas pocas voces se levantan a protestar, y entre esas voces nos encontramos a gusto. Aun cuando sólo sea para que en un futuro nuestros hijos y nietos no nos avergüencen preguntándonos por qué no hicimos nada para solucionar este desmadre. Y eso sí que no.

Porque temas, como las meigas, "haberlos, haylos". Pero son tantos que se tapan los unos a los otros. Es cierto que el desdichado Plan Rabasa ha ocultado tantas cosas que, al final parece que no exista otro problema en Alicante. Y como dijo Ortega "no es eso, no es eso". Porque no deberíamos consentir que un problema tapara a otro. Un escándalo a otro escándalo. Sin ir más lejos hace unos días en estas mismas páginas se publicaba un fundado artículo de José Luis Valdés en el que, dentro de un colosal repaso a nuestro Alcalde, se preguntaba, sin ir más lejos, sobre el Palacio de Congresos. Y es que de aquello que tanto revuelo levantó en su día, nadie parece acordarse, y de esa manera, claro, el Alcalde y su nunca suficientemente bien ponderado equipo municipal pueden nadar en aguas tranquilas. Y que conste que decimos nadar y no navegar para que nadie piense que nos referimos a la sobradamente conocida afición que tienen algunos de ellos hacia el deporte náutico, por cierto cada vez con mayores y mejores barcos. Si es cierto que son malos administrando nuestra ciudad, en su economía privada se muestran como magníficos administradores, porque con sus sueldos pueden ahorra para adquirir ciertos signos externos, que, ya, ya.

Tal vez si algunos de ustedes no tienen esa conciencia adormecida y no han dejado de asombrarse sobre las cosas que nos rodean, les invitamos a tirar de hemeroteca y recordar los debates que hubo cuando, tras múltiples intentos, al final nuestro Ayuntamiento se decidió a señalar un lugar tan problemático como La Sangueta para situar el Palacio de Congresos. Hubo voces en diferentes sentidos, y lo que es peor, hubo connivencias y silencios clamorosos, pero, al fin y al cabo, aquello tuvo algo de positivo; por fin íbamos a tener algo que muchos pensaban que resultaba trascendental para el desarrollo de nuestra ciudad. Se establecieron plazos, se fijaron condiciones, se habló de proyectos complementarios y compensatorios… De todo aquello, ¿qué ha quedado?. Tendríamos que preguntarnos, como en el poema de Jorge Manrique, "¿qué fue de tanto galán?, ¿qué fue de tanta ilusión como trujeron?". Pues nada de nada. Pronto vino el Plan Rabasa y el escándalo que promovió vino a tapar el doloroso incumplimiento de cuanto se había prometido. Y ni tan siquiera quienes dieron su conformidad al acuerdo se dedican a exigir el cumplimiento de las compensaciones que dijeron haber arrancado. Y ahora, albarda sobre albarda, hay nuevas promesas -¡ahora se acuerdan de Campoamor y del Auditorio!- que tienden a ocultar que se están incumpliendo cuanto se había prometido para la aprobación del Palacio de Congresos.

En su momento desde este colectivo crítico ya manifestamos la desconfianza en el futuro del Palacio de Congresos, ni en La Sangueta ni en ningún otro lugar, pero ya que se decidió proyectarlo allí, estamos obligados a exigir que se cumpla aquello que se había decidido. Porque, ¿ se está haciendo el proyecto?, ¿por quién?. ¿Ha tenido la oposición alguna participación?. ¿Cuáles son los plazos establecidos?. ¿Se está buscando una nueva ubicación para los vecinos?. ¿Se están redactando los proyectos del paseo marítimo?. Pero, por encima de todo la pregunta fundamental consiste en averiguar si finalmente vamos a tener alguna vez el Palacio de Congresos, y si se va a ubicar en un edificio emblemático que mejore la imagen arquitectónica de nuestra deteriorada ciudad, aunque sea de un coste tan desorbitado como los que Calatrava ha construido en la Ciudad de las Artes y las Ciencias. Porque aunque creamos que allí se haya despilfarrado el dinero, algunos efectos positivos tiene, y, al fin y al cabo, ¿por qué todo el despilfarro de la Generalitat en los últimos años se realiza en Valencia?. Tal vez sea porque nuestra cuotaparte se haya agotado con ese monumento zaplanista al derroche y al mal gusto que se llama Terra Mítica?, pero si es así, ¿qué quieren que les digamos?, a nosotros nos parece una injusticia.

Y por último un mensaje para quienes nos gobiernan. Decía Rabidranath Tagore que no es tarea fácil dirigir a los hombres; empujarlos al abismo, por el contrario, es muy sencillo. Y un deseo: en esta época de las nuevas tecnologías, sería bueno que algunos mejoraran los instrumentos técnicos con los que trabajan, por ejemplo los aparatos de fax. Así podrían llegar todos los mensajes que se envían. Aunque a algunos no les guste el contenido de alguno de ellos.

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